Squella U Conce

Profesor Agustín Squella reflexionó sobre la importancia de las humanidades y la filosofía

Académico fue parte de ciclo “Participación y ciudadanía”.

El profesor de la Escuela de Derecho de la Universidad de Valparaíso, Agustín Squella, dictó la conferencia “¿Por qué importan las Humanidades y, en particular, la Filosofía?”, en el marco del cierre del ciclo “Participación y ciudadanía”, organizado por la Vicerrectoría de Vinculación con el Medio de la Universidad de Concepción.

En su intervención, el académico señaló sobre las humanidades y la filosofía que “no es raro que, a la hora de hablar de ambas, el título de esta sesión se haya enunciado bajo la forma de una pregunta. La filosofía vive de las preguntas antes que las respuestas. De preguntas que nos ponen siempre en aprietos. La filosofía, dice Fernando Savater, no consiste en salir de dudas, sino más bien entrar en ellas, saltar por encima de las apariencias, cuestionar y cuestionarnos algunas certezas por las que podemos pasar en la vida”.

Respecto a las humanidades, con diferentes significados, se refirió a aquel que “alude a un conjunto de saberes y disciplinas que tienen que ver con la especie humana, en su dimensión cultural. Es decir, todo aquello que nuestra especie ha sido y es capaz de producir. El destacado filósofo chileno Jorge Millas decía que cultura, en el sentido amplio de la palabra, no es más que lo que resulta de la acción conformadora y finalista del hombre y de la mujer”. También citó al jurista alemán y filósofo del derecho, Gustav Radbruch, quien, a su juicio, lo decía de manera más breve y literaria: “cultura es todo lo que los hombres y las mujeres han sido capaces de colocar entre el polvo y las estrellas”.

“Lo que llamamos humanidades se relaciona directamente con un principio superior que, creo, estará presente, inequívocamente casi inevitablemente, en la nueva constitución que el país se dará en un tiempo más: la dignidad humana”, añadió, enfatizando en que todos los individuos de la especie humana, independiente de su biografía, condiciones de vida, aptitudes, desempeños, somos iguales en dignidad.

A propósito de otro vocablo transhumanismo, que actualmente ha estado adquiriendo relevancia, sostuvo que “paradójicamente, cuando la especie humana está a las puertas de ponerse al mando de su futura evolución, hoy se ve acorralada por un pequeñísimo virus, no visible siquiera por los microscopios comunes. La paradoja: cómo esta humanidad exitosa, a punto de colocarse al mando de su propia evolución, está hoy perpleja, angustiada, doliente, desconcertada, por un simple virus que tiene los efectos sanitarios perversos que conocemos. El transhumanismo, en esos términos, ¿apoyará la dignidad humana o acabará con ella? Que mañana pueda intervenirse el cerebro de una persona para mejorar ciertas bases neuronales de sus creencias, conductas o emociones, ¿será algo favorable a la dignidad humana? o, al contrario, ¿se transformará en una amenaza para su dignidad?”.

Asociado a ese tema, y a la gran pregunta que aún subsiste en el ámbito filosófico sobre ¿qué es el bien, y cómo podemos realizarlo y evitar el mal?, es decir, la ética, el académico destacó que ve anclado el presente y el futuro de la filosofía.

“La importancia de la filosofía no puede ser mayor. Si está trabajando en el campo de la ética, tiene mucho que decirnos en la época actual, con las dificultades que vivimos, para ayudarnos a reflexionar acerca de que, al momento de realizar nuestras actividades, podemos no solo examinarlas, revisarlas y evaluarlas desde el punto de vista técnico o jurídico, sino también desde un punto de vista moral. En consecuencia, pese a que algunos filósofos han decretado la muerte de la filosofía, no es ni será el momento de extender un certificado de defunción a la actividad filosófica. Nadie que actúa en la vida en relación con los demás, puede evitar preguntarse qué es el bien, en relación con lo que hago, en el campo que actúo, y qué hacer para realizarlo”, subrayó.

“Vivimos en el tiempo de los derechos, pero también tenemos deberes que cumplir y, en ocasiones, no estamos lo suficientemente atentos a ellos. Tenemos una cultura de los derechos, y hay que impulsar una cultura de los deberes para complementar ambas. Si vivimos en sociedad, es porque tenemos derechos a los que no hay que renunciar, pero igual debemos consultarnos sobre nuestros deberes. Es bueno autoexaminarse o conversar acerca de cuáles son nuestros deberes y cómo los estamos cumpliendo, porque ellos importan vínculos y obligaciones con los demás. Uno forja su carácter ejerciendo derechos, pero también reconociendo en cada momento de la vida los deberes que debe cumplir y aceptando que debe cumplirlos”, cerró.

Fuente: Universidad de Concepción.

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