El académico de Derecho UV fue parte de la presentación de la obra de Patricio Fernández.
El profesor doctor Agustín Squella, académico de la Escuela de Derecho de la Universidad de Valparaíso, participó en la presentación del libro “Cuba. Viaje al fin de la revolución”, del autor Patricio Fernández, actividad llevada a cabo en la Biblioteca Santiago Severín de Valparaíso. En la oportunidad, participaron además la escritora Marcela Serrano y el diputado Vlado Mirosevic.
El académico, quien participó de la actividad en su calidad de socio fundador del Foro de Altos Estudios Sociales de Valparaíso, indicó en su exposición que “Patricio Fernández ha escrito un muy buen libro sobre el fin de la revolución cubana, que es también el fin de la revolución en América Latina, entendiendo la palabra ‘revolución’ en su sentido más estricto de alcanzar el poder por medio de la lucha armada y de mantenerse en él, introduciendo cambios muy radicales, todo el tiempo que sea necesario hasta el cumplimiento no de un plazo, como en la democracia, sino de las metas que los revolucionarios se hubieren propuesto. En tal sentido, la democracia no puede ser más distinta que la revolución. La democracia consiste en la sustitución de gobernantes sin derramamiento de sangre, en el reemplazo por el voto del tiro de gracia del vencedor sobre el vencido”.
“Sobre el fin de la revolución cubana trata el libro de Patricio Fernández, aunque es, ante todo, un libro sobre Cuba, sobre los cubanos, sobre las cubanas, sobre su cultura, sobre la relación que tienen con un largo y accidentado proceso revolucionario, sobre sus maneras de pensar, de sentir, de entenderse a sí mismos, de vivir, de sobrevivir, de dar ese amplio curso que permiten a sus sentidos. Cada vez que uno piensa en Cuba desde fuera de Cuba lo que hace es pensar en Castro, en la revolución, en la deriva marxista que esta tuvo a poco andar, en la fascinación que la revolución produjo en su momento inicial, hace ya más de medio siglo, en su posterior decadencia, en su fracaso, en su increíble obstinación, en la transformación de Cuba antes en destino turístico que en motivo de atracción y análisis o de ejemplo político a seguir, en su majadera insistencia en culpar a factores externos, en este caso al injusto bloqueo comercial, por la falta de libertades internas, lo mismo que otras dictaduras, bien conocida una de ellas por los chilenos, que se aferraban al poder en nombre de la seguridad nacional y la amenaza del comunismo internacional. No se trata de comparar dictaduras, pero vaya que se parecen todas ellas: siempre hay un contexto que las explica y hasta las justifica. Siempre hay poderosos y malévolos enemigos internos y externos que conspiran contra el dictador y deben ser eliminados”, continuó.
Agustín Squella indicó que la obra no es un ensayo sobre Cuba ni un trabajo académico sobre la isla: “Es un reportaje, diría yo, la obra de un periodista y no de un académico, la obra de un escritor-periodista, en fin, aunque es también una novela, porque Cuba ha sido siempre una novela, y porque Fernández, que ya sabemos es periodista, tiene también la condición de novelista. Como bien sabemos, Cuba produce literatura, pero a la vez es literatura y basta con detenerse allí y ver, escuchar, tomar nota. De alguna manera, Cuba se narra a sí misma. Yo, tengo que decirlo, me canso de repente de las ya tan manidas como celebradas mezclas de los géneros literarios, de esa hibridez en que ya nada es algo determinado sino siempre más de algo, y entonces pido a gritos por una novela que sea una novela, por un ensayo que sea un ensayo, por una biografía que se presente como tal y no como otra cosa, aunque tengo que reconocer que esa hibridez de pronto resulta al expresarse en libros tan atractivos como difícilmente clasificables. Y el de Fernández es uno de ellos. Este fenómeno literario, hoy tan frecuente, debe provenir de una tendencia mayor, más amplia: la de no ser clasificados, la de no ser encasillados, la de que nada es sólido sino líquido, la de que hay que hacer caer todas las convenciones, todos los cánones, como si el arte fuera antes un ejercicio de rebeldía que de belleza y consolación privada ante el desconcierto y las penurias que produce el solo hecho de vivir”.
“Volvamos al comienzo, al título del libro que presentamos hoy, para preguntarnos ¿fin de la revolución? ¿Fin de la revolución cubana? ¿Fin de la revolución en América Latina? ¿Fin de la vía revolucionaria en el completo planeta Tierra? Y si el título aludiera solo al fin de la revolución cubana, de esa revolución en particular, ¿no se trataría también del fracaso de esa revolución, de su frustración en cuanto al logro de sus objetivos, ya sea por causas internas o externas, o de ambas, que es lo que suele ocurrir cuando los países atraviesan por graves problemas? Una revolución es tanto un acto como un proceso, este último bien largo en el caso de Cuba, ya más de medio siglo. El acto revolucionario cubano se concretó en un momento bien preciso –enero de 1959- y fue realmente exitoso. Exitoso y celebrado en forma prácticamente unánime en América Latina y resto del mundo. Luego comenzó el proceso revolucionario que tuvo un pronto giro hacia una determinada ideología y que acabó transformándose en una dinastía familiar, tal y como las antiguas monarquías. El sueño de todos los dictadores es el mismo que tenían los reyes: morir en el poder y que nadie los juzgue. La pregunta no es ya qué le depara el futuro a la revolución cubana, sino qué le depara el futuro a Cuba. Agotada ya la revolución, Cuba no está agotada. Cuba, no la revolución, tiene ciertamente algún futuro, pero vaya uno a saber cuál. ¿Se llegará a parecer a lo que hoy es Rusia, por ejemplo?”, agregó.
“Antes que recorrer el libro en sus muchos momentos de brillante humanidad, y también a de triste humanidad, prefiero concluir con la afirmación de que se trata de una obra que tiene aspiración literaria antes que pretensión literaria. Todos los libros tienen alguna pretensión literaria, aunque la mayoría de ellos se queda en el esfuerzo. Este de Patricio Fernández consigue una calidad literaria evidente y es por eso que prefiero decir que lo que tiene es aspiración y no pretensión literaria. Una pretensión es una ambición desmedida; en cambio, una aspiración es un afecto encendido por conseguir en este caso el mejor de los lenguajes, el justo tono, la visión más clara y una acertada expresión de situaciones, atmósferas y personajes. El relato inicial sobre Maryori, una joven cubana de piel color del café de la que el autor se enamoró perdidamente en su primer viaje a la isla, cuando era apenas un mochilero veinteañero en busca de nuevas e intensas emociones. Ni qué decir del baile del autor en La Habana con la Presidenta Bachelet, décadas después, ni de los momentos en que el libro se ocupa de la visita a Cuba del Presidente Obama, o de la actuación allí de los Rolling Stones, o de la muerte y el funeral de Fidel Castro, o del testimonio de Danaris, una cubana que acabó viviendo en Chile, en Calera de Tango, donde reconstruyó algo del país de su infancia, o de los insinuantes diálogos telefónicos de Patricio Fernández con Nidia, empleada de Ferrocarriles en la Habana, cuando el autor de este libro intentaba conseguir pasaje para la ciudad de Santiago de Cuba. Pura sensibilidad no más. Sensibilidad y buena, buenísima pluma. Ver bien para escribir justo, como exigía Fernando Pessoa”, indicó.
Patricio Fernández sabe decir, sabe también sentir, y cree tanto en lo que sabe como en lo que siente. No fue varias veces a Cuba como lo haría un notario. Fue para ver, para conocer, para sentir, y consigue con este libro que el lector también vea, sienta y conozca. ¿Por qué se quiere lo que se quiere? ¿Por qué todos quieren a Cuba, a los cubanos, a las cubanas, independientemente del juicio que les merezca el curso que tomó la revolución? ¿Por qué resulta tan fácil amar a ese país y a sus habitantes? ¿Por qué La Habana ejerce una tan fuerte atracción a pesar del deterioro que se observa en la mayor parte de ella? ¿Es por esa dignidad que atribuimos comúnmente al fracaso? Pienso que no. Es por algo mucho más profundo, más profundo y a la vez sensorial, algo que tiene que ver con los sentidos, es cierto, pero también con el cerebro, con esas neuronas que hay en él, las neuronas espejo, las neuronas de la reciprocidad simpática, aquellas que nos hace conectarnos con aquellos que quieren conectarse con nosotros, las neuronas que hacen sonreír a un niño casi recién nacido cada vez que alguien le sonríe a él. Los cubanos nos sonríen y lo que hacemos es devolverles esa sonrisa, si cabe más ancha de la que recibimos. El libro de Patricio Fernández nos muestra la sonrisa de Cuba y saca también de nosotros, de vuelta, la mejor de nuestras sonrisas, aunque en ambas sonrisas se perciba un punto de tristeza”, cerró.
La presentación completa del profesor doctor Agustín Squella del libro “Cuba. Viaje al fin de la revolución” se puede leer y descargar aquí.

